RONCESVALLES

Silo se sorprendió al oír su nombre. Ni por un momento se había considerado candidato a la corona al no ser de sangre real. Lejos de ello, su madre había sido una esclava musulmana. Solamente era su matrimonio con Adosinda lo que le acercaba a la familia de Pelayo y Alfonso. Por un momento, sintió que el pulso se le aceleraba y una ola de calor subía hasta su rostro. Si por casualidad era elegido… Sacudió la cabeza. Nadie le elegiría…

En realidad, no había ningún candidato claro para suceder a la corona. Ni él mismo se inclinaba claramente por ninguno. Aunque en el fondo reconocía que debería ser el joven Alfonso el que subiera al trono, dudaba que fuera designado. En ese caso hipotético, habría que nombrar un regente y eso nunca se había contemplado todavía en la incipiente monarquía astur.

Después estaba Vermudo, sentado a su lado. A su favor estaban sus vínculos con el difunto rey, su hermano. Además también era sobrino de Alfonso I. En su contra pesaba el hecho de ser clérigo. Era difícil compaginar el servicio a Dios con los cargos de la corona. Muchos pensarían que los dos cargos no eran compatibles.

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Editorial Mundo Conocido