Cuando vieron los Abbasíes que no iban a conseguir su propósito, publicaron que estaban arrepentidos de lo que habían hecho. Concederían amnistía a los que quedaban y aseguraban que cesarían todas las muertes. Pregonaron que al Emir de los Creyentes le pesaba lo acaecido con los Omeyas y que había mandado a los Gobernadores que les otorgasen salvoconductos para que nadie les molestase. Aquello se divulgó por toda Siria.
Cuando cundió la noticia, más de setenta miembros de la familia derrocada, salieron de su escondite. A todos ellos los agasajaron, dándoles las mayores seguridades, y persuadiéndoles de que no hallarían la menor dificultad para llegar al nuevo Califa. Aseguraban que éste tenía en el ánimo perdonarlos y no atentar contra su vida.
Uno de los que no se presentaron fue Yahya ben Muawiya ben Hixam, que moraba a siete millas del paraje.
—Veamos a ver lo que pasa, primero —dijo.
Efectivamente, esperó a ver lo que sucedía, pero encargando a un liberto que le diese noticias de lo que estaba ocurriendo. Éste no tardó en volver diciendo que los soldados estaban degollando a todos los que se presentaban con sus salvoconductos.
Yahya trató de huir, pero no tuvo tiempo. La caballería de los Abbasíes llegó antes que pudiera Cuando vieron los Abbasíes que no iban a conseguir su propósito, publicaron que estaban arrepentidos de lo que habían hecho. Concederían amnistía a los que quedaban y aseguraban que cesarían todas las muertes. Pregonaron que al Emir de los Creyentes le pesaba lo acaecido con los Omeyas y que había mandado a los Gobernadores que les otorgasen salvoconductos para que nadie les molestase. Aquello se divulgó por toda Siria.
Cuando cundió la noticia, más de setenta miembros de la familia derrocada, salieron de su escondite. A todos ellos los agasajaron, dándoles las mayores seguridades, y persuadiéndoles de que no hallarían la menor dificultad para llegar al nuevo Califa. Aseguraban que éste tenía en el ánimo perdonarlos y no atentar contra su vida.
Uno de los que no se presentaron fue Yahya ben Muawiya ben Hixam, que moraba a siete millas del paraje.
—Veamos a ver lo que pasa, primero —dijo.
Efectivamente, esperó a ver lo que sucedía, pero encargando a un liberto que le diese noticias de lo que estaba ocurriendo. Éste no tardó en volver diciendo que los soldados estaban degollando a todos los que se presentaban con sus salvoconductos.
Yahya trató de huir, pero no tuvo tiempo. La caballería de los Abbasíes llegó antes que pudiera hacerlo. Fue sorprendido y muerto.
Sin embargo, con él residía su sobrino, Abd al-Rahman ben Mauwiya, que se hallaba de caza, junto con un liberto, Bedr.
Avisados a tiempo por un criado, ambos se escaparon a uña de caballo. Y mientras ellos trataban de alcanzar las montañas, una gran matanza estaba teniendo lugar junto al río Abu Fotros. Allí murieron más de sesenta miembros de los Omeya.