Carta a mi profesor de escritura
¡Hola Edward!
Edward Rosset, un gran escritor al que yo no conocía y gracias a este taller de escritura es que he podido saber de ti, y estoy encantada de que seas mi profesor.
Eres un hombre entrañable, de estatura mermada por la edad, cabello blanco propio de la misma, pero con una piel tersa y brillante que luce la lozanía de tu corazón.
Tu voz es masculina con la que juegas divertidamente según el texto que interpretes. Siempre vistes muy elegante y sencillo. Abrigos largos, gabardinas, te falta el sombrero. Tu otra acompañante incansable, tu cartera de cuero, donde guardas el material necesario para enseñarnos tu aprendizaje.
Como profesor, para mi magnífico. Me entusiasma tu capacidad de escuchar, de respetar, de estar tan abierto a la creatividad, corrigiendo sin imponer. Tu humildad me sorprende gratamente, tan cercano, tan humano.
Mucho es tu recorrido y continuas con la misma ilusión, escribiendo y viviendo el género histórico de aventuras (como un niño). Recordando tus comienzos con tal calidez, que me conmueve. Valorando el trabajo de cada uno sin exigir, pidiendo opiniones y mostrando tus dudas con naturalidad. Devorador incansable, ahora te atreves con guiones, tarea difícil no solo por ser diferente a escribir un libro, si no por adaptarlo del tuyo. Espero que tengas suerte y que tu libro y guión LOS NAVEGANTES acabes viéndolo en película.
Realmente este es un grupo muy agradable. Cada uno escribimos diferente, pero todos aportamos. Son clases para mi, muy enriquecedoras en muchos aspectos, porque me estimula que no me marques sino que me sugieras, porque disfrutas con lo que escribimos. Admiro tu sentido del humor y que admitas cualquier diferencia motivando la improvisación.
Todo un placer para mi compartir con vosotr@s la tarde de los martes, cada quince días. Siempre un gran encuentro.
Muchas gracias profesor. Cuídate, quiero verte el año que viene otra vez, aunque no sea en esta biblioteca llena de encanto y sea otra, al fin y al cabo, los que creamos la magia somos nosotros, las personas, cuando nos tratamos como seres humanos, sin condición, ni edad, ni nación, con nuestra imaginación y corazón, como cuando eramos niños.
Un abrazo
UNA ESCRITORA DE EMOCIONES
Rescatadora de momentos