La tempestad les sobrevino con la característica rapidez que lo hacía en el trópico. Unas nubes negras comenzaron a reunirse sobre las balsas a media tarde, cuando la isla de Pongal todavía se distinguía vagamente detrás de ellos. De repente, un terrorífico relámpago fue precedido de un prolongado trueno que pareció desgarrar las entrañas de la tierra. Como si se hubiera tratado de una señal, pareció que los cielos se abrían, y una cortina de agua comenzó a caer sobre las balsas. Caía a chorros más que a gotas. Era como si se hubieran abierto las compuertas de algún lago celestial y las aguas cayeran directamente sobre ellos. Grandes olas abrían enormes abismos líquidos que, sin embargo, las balsas remontaban con facilidad. A diferencia de los barcos que penetraban en la ola, las almadías subían y bajaban sin resistencia alguna, por lo que, a no ser que sus maderos se desatasen, no corrían ningún peligro de hundirse.
Editorial Mundo Conocido 1999
500 páginas
ISBN 84-930376-5-6